Una orquesta desafinada – Mala Praxis

Una orquesta desafinada – Mala Praxis

Imaginemos una orquesta sinfónica bien ensamblada, donde todos los instrumentos tocan afinadamente y en forma coordinada, con una batuta mayor que los ordena y los dirige. Posiblemente la música que interpreten resulte agradable, armónica, y el resultado final sea una obra musical bien interpretada y dirigida.

Por el contrario, si los instrumentos de dicha orquesta -de viento, de percusión y de cuerdas- tocan en forma independiente, cada uno por su lado, sin coordinación ni dirección alguna, lo más probable es que los sonidos se tapen y superpongan unos a otros, que nadie pueda descifrar qué están tocando, y que el resultado final sea algo desagradable, que nadie quiera escuchar y nadie pueda descifrar.

Con las historias clínicas ocurre algo muy similar.

La realidad de nuestros días muestra que existen numerosas personas que intervienen en el cuidado del paciente, cuando éste se halla internado, con cada una de ellas realizando su propia función, pero formando parte de un todo asistencial, pues son integrantes de un equipo profesional.

Así, el personal de enfermería del piso o de la sala general, cumplirá las instrucciones impartidas por cada uno de los médicos que visitan al enfermo; el clínico convocará uno o varios especialistas quienes, a su turno, darán sus propias indicaciones; los bioquímicos, técnicos radiólogos, analistas de diagnósticos por imágenes, anestesistas, médicos cirujanos, fisioterapistas, psicoterapeutas, y un ejército de otras personas irán escribiendo sus impresiones, hallazgos y conclusiones en la historia clínica, según el propio saber y entender.

Así, nadie consulta con nadie antes de ir escribiendo los registros de lo ocurrido, hora por hora, día por día, página por página; no hay una dirección general y unificada, las firmas son escasas y sin aclarar, ni se indican fechas ni nombres de las personas intervinientes, hay múltiples espacios en blanco y textos superpuestos y tachados, tanto así que la escritura recuerda los jeroglíficos egipcios, ilegibles e indescifrables, con abundancia de siglas y abreviaturas codificadas.

De esta manera, sería un milagro que el resultado no fuera un documento técnico donde las anotaciones pueden superponerse, contradecirse y ser incongruentes, tanto en la apreciación de la enfermedad del paciente como en la terapia a instrumentar.

Será, en definitiva, la obra de una orquesta mal afinada, donde cada uno ejecuta la partitura según su propia interpretación, y donde el resultado final es verdaderamente dañoso para los derechos del paciente quien, llegado el momento, no sabrá ni podrá demostrar qué ha ocurrido durante el cuidado de su persona.

Claro está, acusada la negligencia médica, los profesionales demandados se defenderán diciendo –como que es ya una respuesta preparada- que los “accidentes médicos” pueden ocurrir, que nadie está exento de sufrir un daño inesperado porque –a la postre- la medicina es un arte y no una ciencia exacta. Jamás se admitirá la existencia de un error.

Estas incongruencias, contradicciones y equívocos quedan asentados en la historia clínica, y será tarea de otro médico, asesor de un abogado, estudiar y analizar dichas constancias, foja por foja, renglón por renglón, verificando la existencia de registros y anotaciones que muestren una conducta médica culposa, es decir, la presencia de una mala praxis.

Ello sólo es posible si la historia clínica es secuestrada por un abogado, mediante una orden judicial, sin que el futuro demandado se entere de que su conducta está siendo estudiada, y sin que tenga tiempo de enmendar registros que le pueden resultar perjudiciales.

Por ello, el paciente nunca debe ir, por su cuenta, a pedir su historia.

clínica, pues lo único que lograría sería alertar al médico de que su labor está bajo la lupa de un abogado y de su médico asesor, dándole – lamentablemente- todo el tiempo necesario para que pueda corregir –o hacer de nuevo- las páginas que le resulten incriminatorias.

Claro está, la víctima debe contar con la presencia de un abogado que sepa lo que hace, de modo de no embarrar la cancha a poco de comenzado el partido.

HORACIO G. LÓPEZ MIRÓ, ABOGADO EN ARGENTINA Y EN USA.


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